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lunes, 21 de julio de 2014

Un oasis de 207 kilómetros en plena Tierra de Campos

El Ramal de Campos del Canal de Castilla.
Desde el Puente El Deseo
El Canal de Castilla es un capítulo fundamental a la hora de describir las provincias de Palencia y Valladolid. Contra lo que suponen los tópicos, no todo en ellas es seco y amarillo. Si recorremos estos páramos con atención y curiosidad descubriremos, ciertamente, los tonos ocres que tan bien refleja la pintura del pintor palentino Díaz Caneja y que dan color a la tierra; pero también encontraremos una vegetación viva y frondosa que nos puede recordar regiones con climas más húmedos y frescos. Se trata solamente de recorrer y disfrutar de ese pasillo verde que, a lo largo de 207 kilómetros recorre las provincias de Palencia y Valladolid, con una breve pero interesante incursión, en la de Burgos.


El Canal nace en el Pisuerga y no se aleja de su vega hasta que entra en la Tierra de Campos. La primera comarca natural por la que discurre es, precisamente, la vega de este río. Por el Oeste, y también por el Este en la provincia de Burgos, se levantan páramos. Es esta una comarca de transición entre la Montaña Palentina y la Tierra de Campos; abundan los bosques de robles, los pastizales y el monte bajo. La presencia de la Montaña se hace patente si miramos hacia el Norte.
Enseguida el canal sale a Tierra de Campos, una de las comarcas más homogéneas y definidas de España. Se trata de una perfecta región natural repartida administrativamente hoy en cuatro provincias. Palencia es la que goza de un espacio más extenso; la sigue en extensión la de Valladolid. La característica dominante del paisaje es la horizontalidad, rota a veces, por algunos tesos y alcores. Llaman la atención la profundidad de sus perspectivas. Carece de arbolado, salvo aisladas hileras y todo es un inmenso campo de cereales salpicado de pequeñas charcas. Su belleza es a veces difícil de explicar, pero seduce por su sencillez, austeridad y armonía entre cielo y tierras.
Esta comarca ofrece una canción especial al que la visita durante las cuatro estaciones, pues los campos verdes de trigo y cebada se agitan en primavera como si fueran las aguas del mar, mientras que el invierno los convierte en rígidas superficies pardas que lloran de tristeza. Y en verano ofrecen a los hombres toda su esencia, trasformada en grano dorado.
En Villamuriel, Dueñas y Cabezón, el Canal lame la Comarca del Cerrato, donde se alternan en un perfecto desorden los pequeños páramos calizos y sus rápidas pendientes con las fértiles vegas que asientan poblaciones. Es una comarca más forestal y pastoril que agrícola: abundan los pastos y los montes de roble y enebro.
Pero el Canal propiamente no atraviesa el Cerrato; más bien lo bordea aprovechando los valles del Carrión y del Pisuerga. De Dueñas a Valladolid discurre junto a éste último. Aquí el paisaje parece asemejarse a una gran artesa, cuyos lados son las cuestas de los páramos y el fondo, plano, el valle por el que discurre el Pisuerga. También tiene su especial encanto, pues un ancho y esbelto bosque de galería alegra esta campiña, flanqueada de altos páramos. Abunda el cultivo de regadío, pero el viñedo no ha perdido importancia, debido a la calidad de los caldos que aquí se crían gracias, a la tierra y a la fuerza del sol: estamos en la tierra del clarete, Denominación de Origen Cigales.
Y nos queda una última región natural que no atraviesa pero rodea. Es la comarca o Páramo de los Torozos. El Canal, al llegar al Serrón se divide en dos ramales que abrazan este páramo. Se trata de una meseta totalmente llana, sin ondulaciones ni colinas. Solamente se abren en ella grietas que darán lugar a valles más o menos grandes que se dirigen a la campiña del Pisuerga o a Tierra de Campos.

Originariamente estaba cubierta de encinas, robles y enebros. Hoy quedan ejemplares aislados y algunas manchas boscosas cerca de Villalba de los Alcores y La Espina. Si nos adentramos por esta planicie alta, hemos de saber que la temperatura será unos grados más baja que en Tierra de Campos; no habrá palomares, pero sí numerosos pozos con sus respectivos abrevaderos; el agua suele ser buena. Estamos en un paraje solitario, por la que cruzan pocas carreteras. Este aislamiento le da un aire un tanto romántico y arcaizante. Pero a los pies del páramo se levantan numerosas poblaciones: Valladolid, Palencia, Medina de Rioseco, Dueñas, Villamuriel, Ampudia, Cigales...

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